Arde Roma ante mis ojos. Arden sus
mentiras, sus traiciones, sus soberbias, sus avaricias, sus ansias de poder.
Arde como un papiro putrefacto, iluminando y esparciendo su hedor en esta noche
inolvidable.
Ayer reo y hoy tras cinco años, hombre
libre. Así lo dispuso un magistrado corrupto con el beneplácito del emperador.
Mi vida, mi honor, mi inocencia, mi familia quedaron reducidas a cenizas sin
opción de defensa legítima.
Arde maldita, que la sangre y el odio
aviven tus llamas. Que los dioses me perdonen por agradecer esta ofrenda y
alabar al autor de esta obra colosal. Los historiadores darán fe de la
catástrofe, pero no de la satisfacción de este espectador.
Irónico es el destino. Ayer encerrado entre
cuatro paredes y hoy cautivo entre columnas de fuego. Arde Roma, arde para
celebrar mi libertad.
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