El hombre que saltó desde la azotea en el edificio más alto de la ciudad, animado
por la convicción de que un halcón habitaba en su alma, comenzó a dudar de su
revelación a la altura de la planta treinta y dos. En la planta
veinticinco, con la intención de desdramatizar la complicada situación, su
cerebro había decidido evadirse del problema centrando toda su atención en procesar
la imagen fugaz que mostraba la ventana que, en ese instante de tiempo, pasaba
velozmente ante sus ojos.
Era la ventana de una
pequeña habitación dónde un perro estaba sentado sobre una alfombra mirando
atentamente un televisor. Quizás el dueño estaba cerca pero no salió en la
foto. El perro posiblemente miraba la pantalla con el mismo interés que
mostraría al ver pasar una estrella fugaz, pero en esa imagen sus ojos parecían
tan embobados como los de cualquier
humano en una escena similar.
En el televisor se emitía
un programa infantil, un concurso de niños. El presentador, disimulando cierta
impaciencia, esperaba la respuesta de un niño en el plató. El niño no estaba
cómodo rodeado de focos y, para suavizar su ansiedad cada vez más patente, buscaba con
la mirada a su madre entre el público.
La madre, desoyendo una
de las normas fundamentales del programa y presa de un afán de protagonismo,
estaba manteniendo una conversación por el móvil. Pretendía ocultar su delito
utilizando el cabello y las manos pero eso la delataba más. Conversaba con su
hermana para comentarle la emoción que sentía al estar con su hijo en un
programa televisivo en directo.
La hermana caminaba por la calle hacia
su casa, tan pendiente de la conversación como de la batería baja de su móvil. Comentaba
a su hermana que se lamentaba de no tener un televisor cerca para poder verles.
Un par de gotas cayeron en su frente. Miró hacia el cielo, unas nubes oscuras
se movían sobre ella. Antes de bajar la mirada, percibió movimiento y después
de enfocar la vista, observó asombrada cómo algo caía velozmente por la fachada de
un enorme edificio. Algo que parecía ser una persona agitando los brazos como
si fueran alas, de forma tan cómica como desesperada.