Constantemente,
la fuente perdía agua a raudales por las numerosas grietas de su estructura. Agua
que se encharcaba estéril en el cemento que la rodeaba sin llegar a rozar la
tan cercana tierra seca. En este grotesco escenario, el jardinero se negaba a
reparar las grietas de la fuente, consideraba que ésa no era su labor.
La fuente
perdía agua y las plantas perdían vida. Así murió el jardín de la fuente y
nació la fuente del páramo.
Moraleja:
Nuestro jardín está gobernado por jardineros de desierto.
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